VAMOS CRECIENDO

CADA SEMANA SE PROFUNDIZARÁ EN LA VIRTUD QUE LOS NIÑOS ESTÉN TRABAJANDO MEDIANTE LA CONSIGNA DEL LIBRO VAMOS CRECIENDO. ES MUY ÚTIL PARA LOS PADRES.



PRIMER TRIMESTRE

ORDEN. 
Consignas 1 y 2.

EL ORDEN NO ES UNA MANÍA
Lejos de ser un capricho de los padres, el orden habla de las realidades más profundas de una persona. Su faceta más visible es el aspecto material, pero lo importante es que éste refleja un orden interno que define la manera de enfrentar el mundo.
Invertir tiempo y paciencia en formar niños ordenados sin duda es un excelente negocio. Insistir desde que son muy pequeños en que las cosas tienen una lógica, va mucho más allá de aprovechar bien el tiempo o gozar de una agradable convivencia.
Y es que además de esto, el orden cultiva el mundo interior de las personas al establecer prioridades, jerarquías,  al hacernos capaces de distinguir lo importante de lo urgente, lo esencial de lo accesorio. Todo esto evita la dispersión y permite formar personas centradas y dueñas de sí mismas.
La filósofa Solange Favereau afirma que hoy día educar en el hábito del orden es especialmente importante, ya que vivimos en un mundo que no invita a descubrir quiénes somos realmente ahondando desde nuestra interioridad, sino que promueve el estar fuera de uno mismo, viviendo de las imágenes, de lo que impone la moda, de la comunicación más impersonal. Añade que el orden también es muy relevante, porque conlleva el desarrollo paralelo de otras virtudes, como la responsabilidad, generosidad, laboriosidad, respeto, etc.
Rutinas que ayudan
Aunque es cierto que el orden interior es el más importante, también es verdad que difícilmente puede existir si antes no se ha desarrollado el orden externo. Se trata de un proceso en que los niños van aprendiendo primero el orden de las cosas materiales, luego de las actividades que realizan y finalmente de las ideas y afectos.
Entre los 4 y 8 años, se supone que ya se ha adquirido el orden de las cosas materiales y se comienza a trabajar el orden en las actividades. Para esto se pueden establecer rutinas en las que, con un margen de flexibilidad, los niños sepan que a determinada hora se come, se duerme, se estudia o se juega.
Solange Favereau agrega que también es bueno organizar cadenas de sucesos, es decir, que el menor sepa que cuando llega a su casa después del colegio tiene que saludar, colgar su mochila, lavarse las manos, comer algo y hacer sus tareas. “Esto le da seguridad a los niños. No hay nada más incierto para ellos que no saber qué va a ocurrir o qué tendrán que enfrentar”, asegura.
Si se trata de las cosas materiales, lo ideal es enseñar el orden a través del juego,  haciendo de esta virtud algo atractivo, amigable y no una pesadilla impuesta por unos padres maniáticos. Es importante explicarles a los niños por qué se les pide que sean ordenados, con razones sencillas como “tu pieza se verá más linda” o “no perderás tiempo en buscar los lápices la próxima vez que quieras pintar”.
Como parte del orden, es fundamental enseñarles a los hijos que las cosas no son desechables, sino que se deben cuidar y guardar en su lugar. También es bueno fomentar que las usen de acuerdo a su función y naturaleza, pero sin destruir la creatividad infantil.
Ideas y afectos ordenados
Si se ha inculcado el orden material, con el tiempo el niño irá desarrollando un orden más interno que se relaciona con los afectos y las ideas, con la voluntad y la inteligencia.
Solange Favereau explica que el orden de los afectos significa tener instalado el corazón en el lugar que corresponde, de acuerdo a una jerarquía donde lo primero es la propia familia. “Si es el cumpleaños de mi hermana adolescente a la que considero insoportable, aunque me cueste o no tenga ganas, tengo que estar ahí,  y no arrancarme a la casa de esa amiga donde los papás son muy simpáticos y acogedores”, ejemplifica.
Por otra parte, el orden en las ideas significa tener las prioridades claras, saber que algunas cosas son primero y otras después. Y esto es muy relevante, porque en la vida permanentemente nos veremos enfrentados a tomar decisiones y si no tenemos una jerarquía  adecuada de las cosas ponemos en riesgo nuestra felicidad.
“Si para un padre es muy importante conversar con sus hijos, pero no es capaz de interrumpir lo que él considera urgente, como leer el diario o ver un partido de fútbol, cuando sus niños le piden atención, no está siendo ordenado. Si vive para a su trabajo y descuida a su familia, tampoco tiene un orden en las prioridades”, explica Solange.
Como en todas las virtudes, el ejemplo de los padres es fundamental y aunque ellos no sean ordenados tienen que formar a los hijos en esta virtud y aprovechar ellos mismos de mejorar en lo que están exigiendo.
Ángel Soto, profesor de Educación Física del Colegio Nocedal, asegura que los padres no pueden olvidar que ellos son los primeros educadores de sus hijos y que el colegio es sólo un complemento y un apoyo. “Los alumnos son un reflejo de su familia. Detrás de un niño ordenado, hay unos padres ordenados y detrás de uno desordenado, hay unos padres dispersos y desorganizados”.
Ventajas del orden
Un niño ordenado obtiene muchos beneficios para sí mismo y también para la gente que lo rodea. En mi opinión, Manuel Fdez, profesor de Educación Primaria del Colegio Ahlzahir, enumero algunas de las ventajas que conlleva esta virtud para un escolar.
1. Gana y responsabilidad
2. Aprovecha mejor su tiempo y autonomía
3. El niño desarrolla otras muchas virtudes necesarias para la vida, como la generosidad, laboriosidad, respeto, etc.
4. Le hace la vida agradable a los demás.
5. Sabe trabajar en equipo.
6. Es capaz de seguir instrucciones, cumplir las reglas del juego y esperar turnos.
7. Obtiene mejores resultados académicos.
8 . Es muy querido por sus compañeros


CUENTO SOBRE EL ORDEN

LOS TRES CERDITOS DEL CUENTO
Cuenta la leyenda que los tres cerditos del cuento, animados por su triunfo sobre el lobo, recorrían el país como héroes, contando sus aventuras a cualquiera que los invitara a comer manzanas, su fruta favorita.
Pero las manzanas empezaron a escasear porque el rey había ordenado llenar su gran despensa, y los cerditos fueron a hablar con él. Este los recibió con alegría, pero también con envidia.
- Vaya, los famosos, listos y trabajadores cerditos del cuento. Os daré cuantas manzanas queráis si sois capaces de decirme exactamente cuántas manzanas guardo en mi despensa.
Los cerditos aceptaron el reto, y el primero de ellos se lanzó a la despensa. Estaba llena de cestos de manzanas de todos los tipos y tamaños ¡un auténtico paraíso!

Pero contar las manzanas resultó muy difícil. Cuando llegaba a varios cientos se perdía o se equivocaba y tenía que empezar de cero. El rey disfrutaba viendo las dificultades del cerdito, y cuando este dijo un número final, respondió:
- No es correcto. Por cierto, olvidé deciros que si falláis los tres, mañana seréis la comida de mis invitados. El señor lobo es uno de mis mejores amigos... ¡Guardias, encerrad a este cerdito!
El segundo cerdito se puso a contar. Viendo lo fácil que era confundirse con tantas manzanas, decidió ir haciendo grupos y contar cada cesto por separado. Unos tenían 92, otros 107, otros 88... así consiguió avanzar sin errores, pero cuando llegó la hora de sumar las manzanas de todos los cestos, era incapaz de recordar cuántas había en cada uno. Y también falló.
- Buen banquete tendremos mañana ¡Guardias, encerrad también a este cerdito!
Quedaba únicamente el cerdito mayor, el más famoso de los tres, y el rey se preguntaba qué haría.
- Bueno, hagamos esto con un poco de orden - dijo el cerdito- Primero un cestito pequeño con 10 manzanas. Y luego, otro cestito de 10. Y luego, otro cestito de 10..
- ¡Ja,ja,ja,ja! - rió el rey - Así tardarás una semana en contarlas, y para cuando acabes nos habremos comido a tus hermanos, ¡ja,ja,ja!
Pero el cerdito continuó.
- Ahora que tengo 10 cestitos de 10, los echo todos en un cesto mediano y así tengo uno de 100. Y vuelvo a hacer cestitos de 10... así, ¿lo ves? ya tengo otros 10 cestitos, los junto todos en otro cesto mediano, y tengo otro grupo de 100 manzanas...
El cerdito siguió contando. Cuando llegó a tener 10 cestos de 100, los juntó todos en uno de los cestos más grandes para hacer un grupo enorme de 1000 manzanas. Y volvió a empezar con sus grupitos. Cuando terminó de contar, mucho antes de lo que el rey había pensado y de lo que habían tardado sus hermanos, el cerdito había llenado 9 cestos grandes, 8 medianos y 3 pequeños, y le quedaban 7 manzanas sueltas.
- Nueve mil ochocientas treinta y siete manzanas, majestad.- respondió seguro el cerdito.
El rey, un poco rabioso, no quería reconocer su asombro y, recordando lo difíciles que eran las sumas con llevadas, trajo una bandeja con unas pocas manzanas.
- Uy, perdona, había olvidado las 8 manzanas del comedor-
Y mientras se las daba, sonreía pensado para sus adentros: “je,je, je, ahora tendrá que volver a empezar de nuevo”.
Pero el cerdito, sin preocuparse, juntó aquellas 8 manzanas a las 7 que tenía sueltas, y volvió a meter 10 de ellas en un cestito que puso junto a los otros cestos pequeños. Luego contó las que le sobraron sueltas, que eran 5. Al final había los mismos cestos grandes y medianos, pero tenía un cestito más, y 5 manzanas sueltas.
- Nueve mil ochocientas cuarenta y cinco manzanas, majestad- volvió a decir triunfante, ante el asombro del rey.
El rey, que en el fondo no tenía ni idea de cuántas manzanas tenía, quedó tan maravillado por aquella forma de contar que liberó inmediatamente al cerdito y a sus hermanos, y ordenó que desde aquel momento todo el mundo utilizara el mismo sistema de grupitos para contar. Y de este modo, los cerditos salieron de los libros de cuentos para entrar también en los de matemáticas, en forma de unidades, decenas, centenas... y sumas con llevadas